Candy Can


Me despertaste con una erección de Mástil a las cinco o seis. No parabas de oler tus frágiles dedos embalsamados de mi sexo. Me sabía tu dueña. Habíamos peleado la noche anterior, no recordaba porqué, pero sabía que yo había tenido la razón. Esta mañana, cogimos como amantes. Como hace mucho tiempo no.

Sabía de tus aventuras con la mesera flaca. Me daba asco la mujer. Pasé 125 horas imaginando qué te atraía tanto de ella. Haciendo a un lado mi rabia sensacionalista, y siendo completamente sincera, tu aventurera se veía vieja, triste, tenía cara de bull terrier, quizá eso era lo que te excitaba. Recordé la gran alegría que te provocaba estar con ese horrible perro, mordiendose el uno al otro, aplastandose, dos bestias excitadas. Quizá la bestialidad de su rostro te había devuelto esa alegría perversa. No cabe duda de que hay de perras a perras.

Comenzé a ir a ese restaurante snob, solo para analizarla,observarla, estudiarla. Imaginaba el tamaño de sus pezones, me intrigaba saber a que olía su coño arrugado. Yo seguía en mis veintes y tu seguías en su cama. No me molestaba, me parecía en realidad que le hacías un gran favor, que después de todo no eras el hijo de puta egoísta que todos creíamos y te habías dignado a darle un poco de ti a otro ser; esa horrible mujer.

Era del conocimiento público que tu aventurera era anoréxica. Siempre agradeciste mis proporciones griegas, me hacías comer de más y yo como buena perra fiel me atragantaba y dejaba colocadas estrategicamente migajas en todo mi rostro. ¿Acaso te excitaba verme comer tanto como verla a ella vomitar?

Después de dos semanas comenzamos a platicar. Ni siquiera era interesante. No dejaba de hablar de sus gatos y sobrinos. Algo en ella me despertaba ganas de hacerle daño, tan indefensa, tan pálida, tan escuálida. Se asomaban bragas con diseños horrorizantes por encima de su culo aplanado.

Cerca de las 4 semanas, te aburriste de sus vómitos calientes. Fue evidente, volviste a mi, pero yo seguía respirando crimen mientras te fingía orgasmos sublimes. Su situación empeoro; ahora ni siquiera sonreía cuando salían sus videos musicales favoritos en la T.V. Agachada, siempre agachada. Supongo que te extrañaba.

A pesar de su miseria de primera plana no dejaba de sentir un deseo incontrolable por lastimarla, no por celos cariño. La mujer en sí... bueno, era como si rogara porque la atravesaran con una escoba, que le escupieran y le gritaran obscenidadesy majaderías, ella sabía que lo merecía. Ella había nacido para eso.

Creo que la envidia entre las mujeres en realidad es atracción, deseo reprimido convertido en odio, envidia. Todas esas mujeres deseándose, masticandose, queriendo verse como la otra, deseando tener esos tacones, aunque sea enterrados en sus nalgas por la envidiada en turno, lamiéndoles dulcemente la vagina pidiendo perdón por querer ser como ella, redimiendose mientras cepillan sus lisas y largas cabelleras.

A las 5 semanas la invité a una fiesta, accedió cuando le dije que irían hombres de tu calaña. Resulto tan fácil engañarla y dominarla. Tu dormías entre nuestras sábanas después de los alcoholes que amablemente te financié.


Cariño: La mesera flaca ha resultado lo mejor que me ha pasado desde la secundaria, nuevamente todo cobra sentido. Ahora yo le suministro el tratamiento sádico que tanto necesitaba y que tú no supiste proporcionarle. Estoy contenta a pesar de sus vómitos calientes.

Te amo




para la serie moscasmuertas.com